lunes, 12 de febrero de 2018

AUTOCENSURA (un poema de amor)



 "Cuando creas que estás llegando al punto culminante, al máximo nivel de placer permitido por la naturaleza humana, déjalo para otro momento"  
(Jose A. Miranda "Un racimo de poemas para el nuevo mundo")


La búsqueda del extasis, la ansiedad por el orgasmo, que perseguimos frente a la pantalla, en los dedos que pasan las páginas de prensa. Un instante, un solo instante de placer efímero que deja con ganas de más, que nos mueve a buscarlo una y otra vez, soñando que fuera duradero, para sentirnos siempre así de... reconocidos, aplaudidos, admirados, aceptados, comprendidos, amados... todos y cada uno de los instantes de nuestras vidas. 

Somos adictos al narcisismo. Porque, si el valor lo pone el otro, a poco que aparte la cara del espejo dejaré de ver mi propio rostro, perderé mi propia identidad. ¿Quién soy cuando sólo me reconozco en la valoración ajena? El miedo a dejar de sentir ese placer de ser complacidos nos lleva a una escalada exponencial que nunca acaba. Porque cada vez será mejor, mayor, más novedoso, más ingenioso, más capaz, más creativo, más grande... ¿hasta llegar a dónde?, ¿siguiendo qué meta?, ¿en qué camino?, ¿por qué razón? y, sobre todo... ¿a costa de qué?. 

Me paro. Y miro cara a cara mi máscara de carnaval. Con su gesto de plástico. Con sus cuencas vacías. Y me siento entonces como una piedra que daba vueltas en una honda, manteniendo el equilibrio, sosteniendo la velocidad mediante gravedad en pleno vuelo de fuerzas centrífugas y centrípetas y que, de repente, frena... y cae. Sólida, pequeña, frágil, quieta. 

No sé hasta dónde podría haber llegado de no despertar a tiempo. No sé cuántas verdades más podría haber callado hasta atragantarme con la falsedad, renunciando a mi alma, mi entorno, mi vida y mi lucha, escondiéndome para no ofenderles, por si acaso tanta rebeldía osara empañar su admiración, su benevolencia, nuestros intereses, su idolatría... mi éxito...

No sé cuántas veces más tendría que tapar sus ojos o mi boca, anudar el estómago hasta no sentir náuseas, y tragarme su falta de escrúpulos o mis ganas de escupirles a la cara.

Me paro. Frente a ti. Agarrada a tu carne, a tu verdad de fuego, tu autenticidad y tu valía. Con la lección aprendida. Prendida de pleno éxtasis. Bajo este paraguas de color AZUL. 


"En adelante, podemos interesarnos exclusivamente por los individuos que nos aporten una centésima de milímetro de personalidad y de vida" (Francis Picabia, agosto de 1921)

No hay comentarios:

Publicar un comentario